martes, 25 de agosto de 2009

Personalidad...


Un tanto general, se suele aceptar que la personalidad es un producto de la formación y evolución del ser humano, a partir de dos factores previos y básicos: el temperamento y el carácter.

El temperamento, como bien lo explicaba ya Hipócrates -temperamento flemático, sanguíneo, melancólico o colérico-, depende de un estado orgánico congénito que permite expresarse al individuo espontáneamente frente al mundo exterior.

El carácter es consecuencia de una elaboración paulatina en la que el individuo regula las presiones del temperamento y los instintos, determinando una conducta y unos propósitos, los que, lógicamente pueden variar en función de la educación y de las relaciones de cada persona con los demás y con su medio circundante.


En cuanto a la personalidad, requiere a la conciencia como centro, para mejorar más aún ese entramado de elementos constitutivos que llegan a distinguir una persona de las demás. Indica una integración de hábitos, actitudes, ideas, memoria, motivaciones, pautas de acción..., donde encajan las conductas dirigidas hacia el exterior y observables, y otras internas que no siempre se dejan ver (emociones, ideas, etc.,)

Ya Cicerón, amante de las ideas platónicas y aristotélicas, definía la personalidad de cuatro maneras diferentes que, sin embargo, se ajustan a las conceptuaciones actuales, más bien las psicológicas, que las meramente biológicas.


Para Cicerón, la personalidad es:
Una máscara (del griego persona, máscara), una apariencia que el ser humano utiliza para presentarse ante los demás.
Una meta, una finalidad humana.
Una responsabilidad que otorga dignidad.
Un conjunto de cualidades, que hacen al ser humano digno de su condición.


Está de más recordar que, tanto para Cicerón como para muchos otros filósofos de su época, anteriores y posteriores, esas cualidades giran alrededor de la moderación, la autodisciplina, la prudencia, la tolerancia, la generosidad, la integridad moral, en síntesis, la capacidad racional y espiritual de controlar los factores irracionales e instintivos propios de los animales.

Es probable que hoy ya no se consideren estos valores como los más significativos, pero, no obstante, nos inclinamos a pensar que la ausencia de tales valores es la que contribuye en buena manera a una dudosa constitución de la personalidad y a sus consiguientes perturbaciones.


Dra.Marsella Jiménez S

PSICÓLOGA


No hay comentarios: