sábado, 19 de diciembre de 2015

"A"...


 


Hay manchas en el cuerpo que no salen con agua y jabón. Hay suciedad en el alma que no salen con un “lo siento”. Hay porquería acumulada por años de prejuicios, de estupidez, de errores no reconocidos que tiene que ser enfrentada para poder ser superada.

 

Hay mugre, tantas capas acumuladas que ya no se puede ver, y la gente anda por la vida con sus costras de suciedad como si fueran ángeles inmaculados recién salidos de la lavandería.

 

Dejarse remojar en la tina con burbujitas de jabón, o marcharse a un retiro espiritual a seguir las instrucciones de limpieza de alguien de quien no se sabe cuál es su grado de suciedad, seguir atentamente las recomendaciones del gurú de moda, devorar libros de auto ayuda que sólo ayudan a quien los escribe. No. Nada de eso sirve, si no se comienza por el darse cuenta respecto de las manchas que cada uno lleva consigo.

 
Las manchas tienen nombre, pero no son de una religión determinada sino de cada persona. Todos llevan las suyas, desde aquella vez en el colegio que se le deseo mal a la compañerita que nos dio un empujón, cuando mientes a tus hijos sobre su padre y familia, robar, herir, secuestro, maldad acumulada.... hasta el momento en el que uno se examina a sí mismo y dictamina que está libre de toda culpa.

 
Limpiarse obliga también a cambiar conductas, dejar de repetir formas de pensar que nos llevan de modo inevitable a ir acumulando de nuevo barro sobre una piel que, sin ser perfecta, podría ir mucho más en armonía con los demás porque siempre el que está más liviano de equipaje puede servir de apoyo al que ya se va doblando con la carga de su mochila, con verdadera simpatía, con afecto y la total ausencia de egos o de segundas intenciones.

Espero recibas este consejo!

AME

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