lunes, 4 de enero de 2010

LA FELICIDAD...


La felicidad son breves momentos de emoción?, chispazos de alegría que nos toman en un momento y nos llevan a un estado de exaltación o manía, y que, así como llegan, se van.

Creemos que no es posible sostenerla y que los períodos buenos y beneficiosos tienen que ser seguidos por momentos malos y oscuros, en una especie de péndulo emocional inmutable.

Y esto no es así.

La felicidad no es efímera.

Se constituye en un estado permanente según la gestión de los afectos que haga cada persona, cómo se mantenga en armonía y su forma de concebir la felicidad.

Cuando se plantea esto, muchas personas dudas, preguntan o no lo validan, basados en una idea común: los hechos externos muchas veces no son felices y traen dolor, por lo que no es posible sostener la felicidad.

La felicidad está en el acto amoroso de darle algo a alguna persona o un grupo.

Es mi disposición, mi sentimiento y la calificación de mi acto de entrega, lo que lo convierte en un acto feliz.

La felicidad se manifiesta mayoritariamente en un acto relacional, hacia algo o alguien. También está la felicidad de hacer algo amorosamente por mi mismo.

Es en ese vínculo con otro donde se manifiesta un acto amoroso que refleja la felicidad.

La felicidad está en mi acto amoroso de entrega y goce de lo que hago, y no está en la persona u objeto que recibe ese amor.

Por ejemplo, podré amar infinitamente a alguien.

Mi felicidad está en darme y en entregarle mis actos amorosos, y no está en la persona que lo recibe.

La felicidad no se contiene ni se ancla en el receptor del amor.

Aquí está la gran confusión. Mucha gente dice: "me hace feliz tal persona" y ponen la fuente de felicidad fuera de si mismos, por lo que, cuando esa persona se comporta de un modo discordante, me siento infeliz. Y ahí está el error.

Mi felicidad no está contenida en los otros ni en las cosas. Está contenida en mi acto amoroso de dar o de sentir.

Más banal aún.

Puedo sentir amor por el dinero que he conseguido y la felicidad está en mi capacidad de sentir eso y en lo que he hecho para lograrlo. No está en la plata.

Es decir, la felicidad deriva de mi amor y se manifiesta en el proceso y la cadena de acciones que ejecuto para generar "eso" que quiero entregar o lograr.

La felicidad está en el proceso, no está en el resultado.

Por lo mismo, la felicidad no depende de la respuesta que los otros tengan a mis actos amorosos.

Podrán valorarlo o no, verlo o no, y su respuesta no toca el inmenso valor del amor con que los trato.

Obviamente que en lo humano, si hay sintonía y una respuesta tierna y afectuosa ante mi amor, eso me alegra.

Aunque no está ahí la felicidad.

La felicidad es mi capacidad de sentir amor por otros (personas, causas o cualquier otro) y desplegarme en las acciones concretas que den cuenta de esa entrega. Por eso el amor verdadero es gratuito e incondicional, no depende de las respuestas de los otros ni de los resultados. Es una actitud amorosa, generosa y constructiva ante la vida y el mundo, derivada de la gratitud de ser regalado, en una especie de vuelta de mano a la Vida.

Y si los otros no entienden, desprecian, no valoran o incluso atacan, el amor no se mancilla y la felicidad permanece, pues está en mi acto amoroso sostener ese afecto, comprender, perdonar y persistir.


Dra.Marsella Jiménez S

PSICÓLOGA





1 comentario:

Unknown dijo...

Felicidad es despertar por enésima vez en la misma cama, aburrido, harto, cansado de todos los día de toda mi vida, en la misma piel que no puedo dejar, en la misma mente que ha crecido conmigo como una sombra indagadora y curiosa, respirar una vez más, el perfume de tu cuerpo y saber que sí, que estás, que sos, que ha ocurrido.
Escuchar que empieza a llover por la ventana abierta al patio.
Como un juego, como un dibujo que se repite y nos pregunta, nos invita a descubrir qué es todo esto una y otra vez, de mil maneras distintas, saber, saber sin dudas que estás ahí, en lo oscuro, a mi lado, tan querida que duele, tan cercanos los dos, y de todas las cosas que nos han acompañado, que nos han hecho crecer, que hemos descifrado a puro amor de entrar en ellas con el deseos de de vivirlo, de encontrar y compartir su significado más profundo... saber que estás, que sos, que ha ocurrido. Saberlo.
Levantarme, ir a la cocina y preparar café. Y junto a la ventana abierta, en el límite exacto de nuestro mundo de siempre y todo lo demás, verte dormir sin que lo sepas. Y esa noche, tomando un café, tan mundano, tan distante, tan completo en mi mismo y en mi soledad que jamás podré compartir, sentir que quiero y que acepto, que, sí, que ha ocurrido, esto es el amor que me completa, me define, me une a la vida, a mi mismo, y a vos.
Lavar la taza, apagar la luz, volver a la cama y abrazarte sin que sepas nada, sin que te enteres jamás.
Aunque, sí, creo que mañana, o en unos días, en algún momento te lo voy a contar.
¿Cómo no hacerlo?

Eso sería, más o menos, la felicidad.
Saludos.
E.