Reconozco que soy una persona
que peca de empática y sé que está mal. No es agradable ver gente triste por
cosas que no pueden compararse con otras tragedias aún más traumáticas. ¿Lloras
porque te dejó el novio? Hay gente que perdió a toda su familia en un
accidente y siguió adelante.
¿Para qué lloras entonces?
La comparación que acabo de hacer no
necesariamente invalida la autenticidad del dolor de quien sufre un
rompimiento. ¡Claro que está triste! Pero siempre pienso que cualquier tragedia
puede ser SIEMPRE peor. La tristeza es
la misma, puede llegar a ser auténtica, pero los elementos que la originan
tienen diferentes niveles de tragedia. No es lo mismo -en el sentido fáctico- a
que se te rompa la pantalla de tu celular, a perder a tus padres en un accidente de auto.
He tratado de teorizar lo que realmente me sucede y
caí en la cuenta de que tengo jet
lag emocional.
Para quienes no conocen el término, el jet lag es un “desequilibrio
producido entre el reloj interno de una persona (que marca los periodos
de sueño y
vigilia) y el nuevo horario que se establece al viajar a largas distancias, a
través de varias regiones horarias” (Wikipedia).
Siguiendo esta línea, el jet
lag emocional viene a ser un desequilibrio entre los
acontecimientos actuales y las emociones que estos últimos ocasionan. No se
trata de “no sentir”, sino de sentir recién a las horas, días o meses las
emociones contenidas. Vayamos a un ejemplo algo duro de contar.
Una amiga llamada Katy falleció
una noche en un accidente vehicular. Me enteré repentinamente. Lo conocía de
años, siempre nos reconocíamos los rostros a pesar de los años y tan solo unas
semanas antes del fatídico hecho habíamos quedado para tomarnos un café.
A pesar de la incomunicación, siempre la tenía
presente y ella a mi.
Lo primero que hice fue
preguntar en redes sociales dónde
será la misa y el respectivo velorio. Todo el evento iba a ser mañana, así que
preparé la ropa del día sin detenerme a sentir la pérdida. “¿Qué gano poniéndome
triste si ya está muerta? No la resucitaré poniéndome así”, pensé.
Las emociones me embargaron y
no pude llorar.
Durante 24 horas sentí un vacío.
Solo me detenía a pensar en las cosas que podía hacer para despedirme, porque
en el fondo sentía que si me entristecía, los sentimientos perturbaran la
lógica de cumplir el objetivo: obtener la información necesaria para ir al velorio
(No Asistí).
El jet lag emocional viene
a ser un instinto de supervivencia: apartar las emociones en situaciones graves
para solo sentirlas cuando el momento lo requiera, sea en plena soledad o en
un ritual como es el entierro cristiano. Esto del caso de mi amiga es uno entre
muchos otros que, por sentido de privacidad, no desarrollare.
Pero saben algo. Este jet
lag emocional no es algo de lo que me sienta orgullosa. Me
facilita al menos la lucidez en momentos críticos, pero hay momentos que me han
hecho una pésima jugada, sobretodo cuando me exigen reaccionar y solo me trago
las lágrimas…
No es que no sienta. Sí siento,
pero a mi manera… Hasta para sentir me reprimo, esto se aprende de niña y cada
dia, doy un paso para sanar.
AME
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